Un Cuento para el Corazón de una Mamá

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mayo 8, 2024 9:33 pm

Nos estábamos sentando a comer cuando mi hija de forma casual y genuina mencionó que ella y su esposo estaban pensando en «empezar una familia.»

– Estamos haciendo una encuesta. – dijo en broma- ¿Crees que debería tener un bebé?
– Cambiará tu vida – dije cuidadosamente, manteniendo mi tono de voz neutral.
– Yo sé. -dijo- No más fiestas los fines de semana, no más vacaciones espontáneas, …

Pero eso no era en lo absoluto lo que yo había querido decir. Miré a mi hija pensando qué decirle. Quería que supiera lo que ella nunca aprenderá en clases de parto ni en un libro de bebés.

Quise decirle que las heridas físicas por dar a luz a un niño, sanarán, pero que el volverse madre la dejarán con una herida emocional tan profunda por la cual ella será vulnerable para siempre.

Pensé en advertirle que ella nunca leerá de nuevo un periódico sin preguntarse «¿y si eso le hubiera pasado a mi niño?»

Que cada accidente de aviación, incendio en una casa, problemas climáticos, mala noticia, o incremento de enfermedades virales la obsesionará.

Que cuando vea fotos de niños hambrientos o abusados se preguntará si algo podría ser peor que vivir el sufrimiento o muerte de un niño.

La miré cuidadosamente, sus uñas finamente pintadas, su traje elegante, su cabello impecable y pensé: no importa cuán sofisticada sea ella, el convertirse en madre la reducirá al nivel primitivo de una osa que protege a su cachorrito.

Que una llamada urgente de «¡Mamá!» le hará caer la sopa en su ropa o la mejor copa de cristal, sin vacilar por un momento.

Siento que debo advertirle que no importa cuántos años haya invertido en su carrera profesional, esta se descarrilará a causa de su maternidad y esto la confundirá.

Ella podrá dejar a su pequeño en casa, al cuidado de una niñera, o en una guardería, pero un día irá en camino a una importante reunión de negocios o a su junta vespertina de los lunes y recordará el dulce olor de su bebé. Entonces, tendrá que usar cada gramo de su disciplina para no correr a casa sólo para asegurarse que se encuentre con bien.

Yo quiero que mi hija sepa que las decisiones cotidianas ya no serán rutina.

Que el deseo de un niño pequeño de ir al baño de hombres y no al de mujeres, en cualquier restaurante, se volverá un dilema mayor. Que justo allí, en medio del ruido de platos y niños gritando, los problemas de independencia e identidad de sexo serán sopesados contra la perspectiva de que haya un abusador de niños acechando en ese baño.

Que no importa cuán decisiva pueda ser ella en su trabajo, se criticará a sí misma constantemente en su papel de madre.

Mirando a mi hija tan atractiva, quise asegurarle que en el futuro ella perderá los kilos de más del embarazo, pero nunca se sentirá igual sobre ella misma.

Que su vida, ahora tan importante, será de menos valor para ella una vez que tenga a su bebé entre sus brazos. Pero que ella renunciaría a esta en cuestión de segundos por salvar a su hijo. También empezará a desear más años, no para lograr sus propios sueños, sino para ver a sus hijos lograr los suyos, para verlos crecer llenos de salud y entusiasmo.

Yo quiero que ella sepa que una cicatriz de cesárea o las estrías de embarazo se convertirán en insignias de honor y que la relación de mi hija con su marido cambiará, pero no de la manera que ella piensa. Deseo que ella pudiera entender cuánto más uno puede amar a un hombre que tiene cuidado para cambiar a su bebé al tiempo que juega con él. Yo pienso que ella debería saber que se sentirá de nuevo completamente enamorada de su esposo por razones que ahora encontraría muy poco románticas.

Yo deseo que mi hija pudiera darse cuenta del lazo que ella sentirá con mujeres a lo largo de la historia que han intentado detener guerras, discriminación infantil y borrachos al volante.

Espero que ella entienda por qué puedo pensar racionalmente sobre la mayoría de los problemas, pero por qué me pongo inquieta cuando discuto sobre la amenaza que supone una guerra nuclear, desabasto de agua, pandemia o el calentamiento global en el futuro de mis hijos.

Yo quiero describir a mi hija la euforia de ver a su niño cuando aprenda a decir sus primeras palabras, a dar sus primeros pasitos, a montar una bicicleta, cuando tenga su primera novia o al estar a punto de graduarse.

Quiero capturar para ella las carcajadas de un bebé que está tocando la piel suave de un perro por primera vez. Quiero que saboree la dicha que es tan real, que de hecho duele.

La mirada interrogativa de mi hija me hace caer en cuenta de las lágrimas que se han formado en mis ojos.

Nunca te arrepentirás de ello – dije finalmente, con voz entrecortada.

Entonces tomé la mano de mi hija que estaba sobre la mesa y la apreté con cariño al tiempo que elevaba una oración silenciosa por ella y por mí, y por todas las mujeres que tropezaron en su camino hacia una de las más maravillosas profesiones: el regalo más lindo de Dios… el hecho de ser Madre.

Autor: BPR
Cuento Registrado por Laberinto de Aventuras.

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